Un descubrimiento de cañerías inesperado en el Pacifico
No fue hasta finales de los años setenta cuando los científicos descubrieron la existencia de un inmenso sistema de "cañerías" bajo las cordilleras, que toman el agua fría, la calientan a temperaturas extremas y luego la escupen al exterior por las aberturas del terreno oceánico, un proceso que no sólo aporta agua caliente, sino también sustancias disueltas tomadas de las rocas del interior. Formas únicas de vida se alimentan en las hirvientes aberturas, y a su alrededor pueden acumularse valiosos minerales incluyendo el oro.
Ahora, un equipo de sismólogos que estudió un entorno bajo 2.500 metros de agua en la Dorsal del Pacífico Oriental, a unos 900 kilómetros al sudoeste de Acapulco, en México, ha conseguido las primeras imágenes de uno de estos sistemas.
La imagen hipotética de un sistema de aberturas hidrotérmicas muestra como el agua es forzada hacia el interior por la presión a través de grandes fallas a lo largo de los flancos de la cordillera. El agua se calienta por el vulcanismo poco profundo, y entonces se eleva hasta salir por aberturas o "fumarolas", a menudo merecedoras de los apelativos "chimenea negra" o "fumarola negra" por la densa nube de productos químicos que exudan. Esas aberturas tienden a estar agrupadas en "campos de fumarolas".
Las nuevas imágenes, de un área de cuatro kilómetros cuadrados, muestran en cambio una organización muy diferente para tales sistemas. Aquí el agua parece descender a través de una especie de chimenea enterrada de 200 metros de ancho en la parte superior de la cordillera, atravesarla por debajo a lo largo de su eje como un túnel que dividiera la zona justo sobre la cámara de magma, y entonces burbujear hacia el exterior a través de una serie de aberturas situadas a más distancia a lo largo de la cordillera.
La autora principal de esta nueva investigación es Maya Tolstoy, sismóloga marina del Observatorio de la Tierra Lamont Doherty, dependiente de la Universidad de Columbia.
Las imágenes se crearon utilizando sismómetros instalados alrededor de la cordillera para captar los diminutos temblores desencadenados no muy hondo en el subsuelo oceánico; en este estudio, 7.000 de ellos en un periodo de unos 7 meses. Los investigadores interpretan los temblores como el resultado de masas de agua fría pasando por las rocas calientes y recogiendo su calor, proceso que contrae las rocas y las resquebraja, generando ello vibraciones.